Inmersos en plena crisis energética provocada por muy diversos factores -algunos coyunturales, como la guerra de Ucrania y el boicot a Rusia, pero otros de mucho mayor calado y sin solución temporal como la esquilmación de recursos y la contaminación irresoluble-, viene bien preguntarnos si todo vale por seguir manteniendo la máquina productiva al margen de cualquier planteamiento ético, social y medioambiental. Defensores de esta última tesis los hay a millones.