El corazón de todas las organizaciones sociales son (o deberían ser) las personas.
La labor del Servicio Jesuita a Refugiados se puede resumir brevemente como individuos que emplean sus vidas y energías para proteger -en el sentido más amplio de la palabra, que implica acoger, custodiar y luchar por- a otros individuos.
Algunas de las personas que conforman la organización, con su trabajo siguen bombeando el ideal de justicia y fraternidad que movió al padre Arrupe hace 40 años, otras experimentan la acogida y el acompañamiento que brinda la organización. Todas ellas, independientemente de su relación con la ONG, pueden decir que sus vidas han sido transformadas por el encuentro con el JRS.
Para cerrar este mes de celebración, traemos los testimonios de algunas de ellas.