La historia del cine está plagada de grandes películas protagonizadas por refugiados, personajes desarraigados, huidos o desplazados, siempre lejos de su hogar, añorando su origen. Solo hace falta recordar a los desarraigados protagonistas de títulos míticos como Casablanca, Centauros del desierto, El hombre tranquilo, El padrino, Apocalipsis Now o Blade runner, por citas unas pocos de géneros y décadas diversas.
La propia saga de La guerra de las galaxias, es otra prueba evidente. ¿No es Luke Skywalker un huérfano huido para salvar la vida, acogido por su tío muy lejos de su hogar?, ¿no son casi todos los protagonistas de las siete películas emigrantes perseguidos que luchan por su supervivencia en un mundo en conflicto?
Pero no hace falta que nos vayamos a una galaxia en un futuro lejano, en los últimos años el cine ha dado un puñado de excelentes películas que nos cuestionan sobre nuestro día a día y nuestro entorno cercano.
Aquí os dejo una breve selección muy particular:
Las tortugas también vuelan (Bahman Ghobadi, Irán, 2004). Película iraní de digestión larga y pesada, desgarradora y de no fácil visionado, narra las peripecias de un grupo de chavales que viven en un campo de refugiados del Kurdistán iraní, y que se ganan la vida recogiendo y vendiendo minas anti personas. Su mayor deseo es encontrar una antena parabólica para saber qué ocurre con el inminente ataque de Estados Unidos a Irak.
Historia impactante sobre sobre cómo viven niños y niñas en situaciones extremas, en un contexto de guerra, subdesarrollo y abandono. La mirada de tristeza y de interpelación de la adolescente interpretada por Avaz Latif es inolvidable y perturbadora.
In this world (Michael Winterbottom, Reino Unidos, 2002). Jamal y Enayat son dos jóvenes primos afganos que malviven en un campo de refugiados de Peshawar, en Paquistán. Sin futuro ni hogar deciden emprender el viaje que les lleve a Inglaterra. Su destino a partir de ese momento quedará en manos de los contrabandistas y mercaderes de personas.
El largo periplo terrestre lo vencerán viajando en desvencijados autobuses, camiones de contrabando, escondidos en contenedores marítimos, escapando de nuevos campos de refugiados para, finalmente, llegar a un destino que en nada se parece a lo soñado. La película es un buen reflejo de la odisea que pasan miles de personas que llegan a nuestros países, vista por los ojos de dos adolescentes.
Dheepan (Jacques Audiard, Francia, 2014). En uno de esos barrios marginales e invisibles de cualquier ciudad europea recalan, tras un duro peregrinaje, un ex guerrillero (Dheepan), una mujer abandonada (Yalini) y una niña huérfana (Illayaal), que se unen en un campo de refugiados fingiendo ser una familia para escapar de la guerra de Sri Lanka. En ese vertedero humano, los tres, a su manera, prosperan al tiempo que entre ellos va naciendo una red de afectos y cariños del que no podrán separarse. Lo que era una familia ficticia termina siendo un hogar.
Película conmovedora, nos muestra la capacidad de renuncia y sacrificio, así como la fuerza regeneradora y la lucha de estos eternos perdedores por conseguir una dignidad machacada en un mundo que no es el suyo, que no entienden, que les ignora, pero que ellos desean para sí.
El Havre ( Aki Kaurismäki, Finlandia, 2019) El singular director finlandés nos regala una obra sencilla y emocionante protagonizada por esos personajes tan reconocible de su cine, perdedores optimistas y quijotescos. En este caso, Marcel Marx, un bohemio escritor que trabaja como limpiabotas y cuya única preocupación es cuidar a su esposa enferma, hasta que un día encuentra a un niño inmigrante subsahariano que intenta llegar a Inglaterra para reunirse con su madre.
Un precioso alegato a favor de la cotidiana empatía y solidaridad con los más débiles, con un lejano eco del Sermón de la Montaña. Una disección sin moralina del absurdo mundo que estamos construyendo sin ser querer ser conscientes de nada. Del mismo director y con un refugiado como coprotagonista, también puede verse El otro lado de la esperanza (2017)
Hotel Rwanda (Terry George, Reino Unido, 2004) En la primavera de 1994 los europeos nos enteramos de que existía un país llamado Ruanda y que en él estallaba una violenta guerra civil entre las dos etnias que lo habitaban: los hutus y los tutsis. En cuatro meses se exterminó a cerca de un millón de personas. En ese aquelarre de odio hubo personas que jugándose la vida intentaron salvar vidas sin importarles la etnia o la ideología. Uno de ellos fue, Paul Rusesabagina, un hombre que, junto a su mujer , logró salvar la vida de 1.268 personas escondiéndolas en su hotel, el Mille Collines de Kigali.
Cuando el mundo ignoró lo que ocurría, Naciones Unidas quedó inmóvil y los principales líderes capaces de frenar las matanzas miraron para otro lado, Paul y su mujer abrieron el hotel para dar cobijo y refugio. En su acción salvadora está basada la película.
Chema González Ochoa es historiador, periodista y cinéfilo. Trabaja como director de programas en la Fundación SM
Fotografía: Pablo Funes
Etiquetas:Cine, Refugiados