CELEBRANDO ÁFRICA

Ayer celebramos África y esto es mucho que celebrar. África es un ente tan amplio y diverso, que comprenderlo en una sola palabra se antoja imposible. A pesar de esta heterogenia, entre las más de 2000 etnias que pueblan el continente (cada una con su cultura, lengua y costumbres) existe una inquebrantable unidad geográfica, histórica e identitaria digna de ser celebrada. Esa unidad fue la razón de que el 25 de mayo del 63, treinta países africanos pusiesen las primeras piedras la actual Unión Africana, con el objetivo principal de romper de manera definitiva las cadenas del colonialismo y desarrollarse con libertad, autonomía y paz.

Hoy, sesenta años después, la situación que se vive en muchas zonas del continente es más trágica y compleja de lo que cabría esperar tras aquel esperanzador encuentro: guerras, miseria, explotación y enfermedades siguen castigando países como Sudán, R. Centroafricana, Zimbabue y muchos etcéteras. Atribuir la responsabilidad de dicho caos a un único agente sería injusto. Sin embargo, la incómoda verdad es que algunas potencias occidentales siguen manejando países enteros a su antojo, condenando así a millones de personas a la pobreza. De alguna manera, todos somos cómplices de esta falacia democrática. La extorsión, la corrupción y la creación de conflictos armados siguen siendo estrategias utilizadas para conseguir acceso total a recursos naturales claves para continuar con nuestro ritmo de consumo. Parece que nuestra riqueza deba sostenerse sobre la pobreza de otros. África sangra y los africanos se convierten en meras cifras en nuestros periódicos y noticiarios.

Antes de venir a vivir a Chad, para mí también eran números, estadísticas en titulares de prensa. En África Subsahariana, cada año, 5 millones de niños mueren antes de cumplir los 5 años. El 98% de las chicas mayores de 15 años han sufrido la mutilación genital en Somalia. 2.5 millones de refugiados sudaneses siguen fuera de sus hogares. El paro sube, el PIB crece y el Barcelona gana la Liga… Estamos insensibilizados ante la dolorosa realidad de la humanidad, no es agradable pararse a pensar en ella.

Vivir aquí es ser testigo de la vida sin filtros. Es Moussa, un amable vendedor de telas un poco apático, algo normal tras haber perdido a cuatro de sus cinco hijos. Es la maravillosa Aline que tiene quince años y una sonrisa radiante, pero no tiene clítoris. Su padre se lo cortó. Ella lo deseaba pues si no, la considerarían sucia en su pueblo. Es haber visto multitud de carpas aisladas en mitad de un desierto abrasador y aceptar que ese ha sido el “hogar” de miles de almas durante veinte años. Es mirar esto y sentir vergüenza.

Esta vergüenza nace de sentir el dolor y la injusticia que pesan sobre mi hermano. Es fruto del encuentro profundo con otro ser humano. Más allá de razas, idiomas o ideas. Nadie ha elegido donde nace y todos tenemos la misma dignidad. El pueblo chadiano me lo demuestra cada día.

Y he ahí lo inexplicable y bello de África: este maltratado continente es la prueba irrefutable de que la humanidad sigue viva en toda su esencia. Que existen hombres y mujeres sencillos, sin quejas y con paz de espíritu. Que una sociedad sin ansiedad, depresión o suicidios es posible. Que la familia sigue siendo el eje fundamental de la sociedad y los niños, un torbellino de libertad y alegría. O que cantar una canción de alabanza, a viva voz, puede colmarnos el alma como ningún objeto comprable puede hacer.

No creo que victimizar o idealizar África sean actitudes que ayuden a entenderla. Hoy, más que nunca, son los africanos los dueños de su destino y son los que tendrán que luchar por acabar con las injusticias que pesan sobre su tierra. Ojalá, como soñaron aquellos jefes de estado hace 60 años, este sea el siglo en el que África sea libre y pueda relacionarse de igual a igual con el resto de los pueblos. Y ojalá, en ese camino no pierda la maravillosa esencia que la caracteriza y de la que tanto tenemos que aprender.

 

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EL DRAMA DE LAS MUJERES DE LAS ZONAS MINERAS DE LA R.D. DEL CONGO

Mujeres en Marcha es un programa que llevamos a cabo las ong Entreculturas y Alboan desde el que queremos dar a conocer en nuestro entorno la realidad, los testimonios y las voces de las miles de mujeres que en todo el mundo sufren violencias. Arrancó en 2017 para acompañar a mujeres y niñas en África que sufren o han sufrido violencia en contextos de desplazamiento, refugio y migración. Ahora ya está ampliado a 12 países africanos y centroamericanos.

Y nos queremos acercar en este artículo a la dura realidad que viven las mujeres de la República Democrática del Congo (RDC). Un país situado en el centro de África y que padece la denominada “maldición de los recursos naturales”.  El 80% de las reservas mundiales de coltán se encuentran allí. Para fabricar nuestros móviles se necesitan cuatro minerales que vienen de ese país: el oro (que se usa para cubrir el cableado), el coltán del que se extrae el tantalio (que almacena la electricidad para que suene), la casiterita de la que se extrae el estaño (que se usa para soldar los circuitos) y la wolframita de la que se extrae el wolframio (que hace que vibre).

Desde hace más de dos décadas el país sigue asolado por la guerra, especialmente en su zona este. Los grupos armados no sólo se enfrentan entre sí, sino que también se ha atacado directamente a la población civil, en especial a las mujeres y niñas que sufren el uso continuo, a gran escala y sistemático de la violencia basada en género como arma de guerra. Naciones Unidas estima que 400.000 mujeres y niñas han sufrido violencia perpetrada por grupos armados en el este de la RD del Congo desde 1998.

Allí siguen viviendo uno de los dramas humanitarios más silenciados del mundo. En este contexto de inseguridad e inestabilidad, las mujeres necesitan huir y por ello existe un enorme desplazamiento interno, y a lo largo del proceso migratorio siguen sufriendo violencia. Las mujeres salen de la miseria pero se encuentran con una miseria mayor. Y un ejemplo de esto es la minería. Se enfrentan a prostitución forzada, a trabajar sin sueldo, a amenazas y abusos constantes.

De un reciente viaje realizado a la zona, las mujeres de la mina artesanal de Kadumwa (Luhwindja) nos hablaron de la minería hecha con las manos a través de pico y pala, cincel y martillo. Yoel (22 años) es viuda y tiene a su cargo 4 hijos. Todas las mañanas, cuando tiene algo de dinero, baja para que los hombres le vendan una piedra extraída de uno de los pozos por 2 dólares. Ella la picará y lavará y, si tiene suerte y encuentra algún mineral, lo venderá por 4 dólares. Si no, ese día se irá a casa con las manos vacías. Tiene dolencias físicas en espalda y manos por su trabajo, pero aún así dice que su situación ha mejorado mucho porque antes trabajaba transportando piedras. Su sueño es conseguir el dinero suficiente para volver con su familia, con la que lleva más de 5 años sin poder comunicarse.

Pero no todas las mujeres tienen recursos para comprar piedras. Muchas otras tienen que trabajar cosiendo ropa, recogiendo agua para limpiar el mineral o poder beber (nos cuentan que tienen que transportar hasta 20 bidones al día para obtener el mínimo que sustente a sus familias)… y a la prostitución.

La crisis que vive el este de la RD Congo no hace más que aumentar año tras año y cuenta con la implicación de un gran número de grupos militares y rebeldes armados, locales y regionales que luchan por controlar los recursos minerales de la zona. Estos grupos entran en las comunidades sabiendo a quién tienen que atacar: las mujeres. No es aleatorio. Adzuba (lideresa congoleña) cuenta que en una comunidad donde había diez defensoras de los derechos de las mujeres que tenían identificadas, las enterraron vivas por dar voz y proteger esos derechos. También explica cómo, cuando los grupos armados llegaban a los poblados, los hombres huían y dejaban a las mujeres solas con las niñas y niños. Entonces las violaban e incluso hacían que los niños violaran a sus madres y hermanas.

Mujeres organizadas a través de la radio

Una de las iniciativas más interesantes en esa zona de la RDC es la que ha puesto en marcha la Asociación de las Mujeres de los Medios de Comunicación (AFEM), una organización congoleña de mujeres periodistas que trabaja desde hace 20 años en la promoción de la igualdad de género y la lucha contra la violencia sexual y sexista. AFEM dispone de una cadena de radio temática cuya línea editorial es la igualdad de género, la promoción y la participación de mujeres. Se trata de la primera y la única cadena de radio temática y sensible al género en la región y en toda la extensión del país.

El equipo de AFEM ha diseñado un sistema de alerta comunitaria llamada Femme Au Fone (FAF), traducido como “Mujer al teléfono”. Este sistema permite que las mujeres de toda la región pueden enviar SMS gratuitos y sin dejar rastro, para denunciar, visibilizar o alertar de una situación de potencial peligro. La radio actúa de puente y altavoz cuando al sistema llegan mensajes o alertas de la población. El equipo de FAF verifica y analiza las informaciones con el objetivo de alertar a las autoridades locales o provinciales, ONG y otros estamentos o instituciones responsables de dar respuesta a los problemas. Además, los SMS o mensajes son fuente de información para producir programas en la radio donde las preocupaciones y propuestas de las mujeres se convierten en temas de debate.

Todo el proceso se lleva a cabo desde el más profundo respeto del anonimato de las mujeres denunciantes, para salvaguardar su seguridad. El equipo de AFEM comparte este tipo de casos en sus programas de radio: explicando la situación, la resolución de los diálogos con la comunidad y en definitiva, defendiendo los derechos fundamentales de las protagonistas.

Se trata de uno de los 10 programas que participan en la campaña de Alboan – Entreculturas “Mujeres en Marcha”. Para ello llevan a cabo acciones de sensibilización comunitaria, organizan cursos de liderazgo para mujeres, acompañan a lideresas y producen Mama Radio, su emisora de radio comunitaria. Desde ahí alzan la voz y denuncian la situación de violencia continuada contra las mujeres en la zona.

Y nosotros, ¿qué podemos hacer?

Incidencia política. Presionar para que exista una cadena de trazabilidad que obligue a las empresas a mostrar de dónde salen los materiales que emplean.

Alargar la vida de nuestros smartphones y reciclarlos. También tenemos marcas que hacen una apuesta por el mínimo impacto negativo posible para las personas y el planeta.

Incidencia social en nuestro entorno y ser una voz más que visibilice esta realidad.

Por todo ello, te animo a seguir de cerca la campaña Tecnología Libre de Conflicto (TLC) de la ONG ALBOAN, para romper los vínculos entre tecnología y violencia.

 

 

 

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“LO QUE HAY DETRÁS”: IMPRESIONES DE MI PRIMER VIAJE A ÁFRICA DEL ESTE

Con algunos compañeros y compañeras, viajamos en marzo a Burundi y Ruanda con el objetivo de visitar a los equipos y proyectos de las organizaciones aliadas de Alboan en la región. Queríamos reunirnos especialmente con los equipos de INADES Formación en ambos países, aunque también hemos visitado al equipo SJR Grandes Lagos y algunos proyectos del programa de Alboan Mujeres en Marcha.

Para mí era la primera vez no sólo en esos países sino también en el todo el áfrica subsahariana.
Había compartido comunidad con varios compañeros jesuitas con muchos años de vida en Congo; yo mismo había vivido desde la distancia y con perplejidad el genocidio del ’94 en Ruanda o la segunda gran hambruna en Etiopía siendo novicio en Zaragoza, hechos que marcaron junto con la guerra en los Balcanes o los mártires de la UCA del ’89 nuestros primeros tiempos de formación jesuita. Pero como os digo, este era un viaje de debutante en el continente.
Se suele decir que alguien que pasa dos meses en África escribe un libro, quien lo hace dos
años quizá se anime con un artículo, y tras 20 años uno ya no tiene ganas de escribir nada… pues bien, me piden que ordene y escriba mis impresiones y, sin ninguna pretensión de artículo técnico, aquí las tenéis.

La belleza natural y humana a las orillas del lago Tanganica

La llegada a Bujumbura, la capital de Burundi a orillas del lago Tanganica, fue un contraste sensorial muy fuerte. Tanganica quiere decir en suahili “el territorio que hay detrás” o “lo que hay detrás” de la ciudad de Tanga que significaba en persa “la costa de los negros” en la vecina Tanzania. Y este lo que hay detrás se convirtió en un mantra durante todo el viaje. No solo porque invitaba a la conjetura el aspecto ondulado del territorio, lleno de pequeñas, medianas y enormes colinas, y por la continua visión del otro lado del lago, sino también por la constante necesidad personal de traducir y de ver más allá de lo que mis ojos y mis sentidos veían (una riqueza natural y una laboriosidad humana que difícilmente había contemplado en ninguna otra parte). Por los caminos había mucha gente en movimiento, cargando y trayendo, comprando o intercambiando, muchas niñas con bebés a sus espaldas y muchas niñas y niños caminando kilómetros arriba o abajo hacia o desde la escuela, siempre corriendo con sus manos entrelazadas.

El esfuerzo y el empeño en la pura supervivencia familiar y comunitaria desde las pequeñas cooperativas productoras de arroz y mandioca

En Burundi visitamos varias cooperativas de arroz, mandioca, maíz y palma en zonas muy rurales, donde las personas y comunidades participantes traducían continuamente el concepto desarrollo por supervivencia/bienestar de sus hijas e hijos (que abarcaba el aseguramiento de un espacio de cobijo/vivienda como medio de protección para las familias y el acceso a los recursos económicos que permiten asegurar una primera escolarización).
Desarrollo allí se entiende también como el creciente cuidado del entorno natural propio, que se encarna en métodos de cultivo ecológicos, lucha por agrandar las fronteras de la soberanía alimentaria y el uso de abono sin químicos que contaminan los recursos hídricos.
Me impactó el esfuerzo, tan necesario, de estas personas que dignifican con sus manos lo que producen y con sus corazones aquello en lo que sueñan.

Formación, acceso a derechos, protección ambiental de los territorios y desarrollo humano sostenible

Fue muy clara para mí la importancia de ganar espacios de participación y desarrollo comunitario después de visitar a los grupos de emprendimiento apoyados por INADES Ruanda, para el acceso a pequeños créditos de desarrollo familiar y de producción agropecuaria.
Los grupos se van compartiendo unos a otros sus buenas prácticas en el análisis y el diagnóstico de necesidades y capacidades de desarrollo, donde cada vez más la protección medioambiental se junta con el acceso y el ejercicio de derechos de las comunidades.
Porque con una tierra deteriorada, con los acuíferos contaminados por la minería ilegal o por el uso de abonos químicos, con una plaga de monoculivos que agotan los ecosistemas, con una gobernanza comunitaria excesivamente burocratizada y alejada de los territorios, no es posible ni proyectar procesos de desarrollo de escala familiar y local ni que sean sostenibles. Esta sabiduría que unos grupos transmiten a otros, valorando mucho los procesos formativos donde encuentran una oportunidad que no tuvieron antes de empezar a ser madres y padres, les permite repensar y diseñar proyectos de vida y de familia con capacidades personales y técnicas fortalecidas, mejorar su situación vital y social.

La mal llamada comunidad internacional y el blindaje de los intereses corporativos transnacionales

Retomo otra vez la pregunta del “qué hay detrás de esta colina” al abordar, en esta parte final de mi compartir, el cruce en mi cabeza y en mi corazón de las sensaciones micro y los contextos macro de la pequeña, muy pequeña, parte del continente que conocí.
Pienso en los intereses de la muy mal llamada comunidad internacional en la región africana de los grandes lagos: los minerales en conflicto y los conflictos generados por los minerales tecnológicos como el coltán, el control de la segunda reserva de agua dulce del planeta, los intereses de la geoestrategia multilateral que en Burundi es controlada sobre todo por China y en Ruanda mayormente por USA, el papel de las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU y la milicia M23…  en un territorio que ya hace más de medio siglo se disputaban EEUU y la URSS en su Guerra Fría, en el que incluso intervino el Che Guevara.

Y en lo micro, en cada recodo de cada camino la gente acarreando café, mandioca, plátanos o carbón sin seguridad de si podrán venderlos o cómo regresarán a la colina por la noche. Hay intereses corporativos blindados y defendidos por mecanismos fuera de la ley… que se contraponen al bien común del que hablan en todo momento en INADES con sus proyectos de vida como herramienta de planificación de familias y comunidades, en los programas de acompañamiento comunitario de SJR o de el de Mujeres en Marcha de Alboan.

No se me olvidará nunca una tarde de encuentro y celebración con decenas de personas en la cooperativa de Kabo, en Nyanza Lac (Burundi). Estábamos hablando de siguientes pasos, de pequeños crecimientos necesarios, cuando un camión de una multinacional agroalimentaria que no cabía en el camino de tierra frente al que estábamos reunidos interrumpió nuestra conversación. Mi compañero Octavio, técnico que acompaña desde hace años el despliegue de esas cooperativas, les pregunta entonces con qué criterios están vendiendo aquello que producen para mejorar la calidad de vida de sus familias y habla de la importancia que la defensa de los territorios tiene en esa ecuación. Ellas y ellos contestan que, si producen más palma, la gran empresa agroalimentaria les asegura la compra de los excedentes de la mejora. Comienza un diálogo denso en el que se contrastan necesidades y proyecciones, en el fondo se habla no tanto del qué sino del para qué de sus esfuerzos cooperativistas. ¿Podemos vender a quién no quiere que produzcamos con criterios de soberanía alimentaria? ¿es compatible nuestro desarrollo con su crecimiento? ¿Podemos dejar nuestra producción en manos de mercados que quieren comprometer el futuro de nuestro territorio? Bueno, pues en esas estamos…

 

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CUIDAR LA TIERRA: ¿UNA RETO PARA LXS JÓVENES?

Que vivimos inmersos e inmersas en una crisis ecosocial no es noticia nueva. Que cambiar y transformar nuestras maneras de vivir, entender y cuidar del planeta es urgente, tampoco. Y que esto nos implica en el “ahora”, pero con mirada a las generaciones futuras, mucho menos.

La juventud es consciente de esto, y se ha puesto manos a la obra. De sobra son conocidas las iniciativas y acciones que a nivel internacional están sacudiendo los cimientos y conciencias. Greta Thunberg se ha convertido en una de las referentes que han inspirado a miles de jóvenes en todo el mundo. Jóvenes que han salido a la calle, reclamando sus derechos y los del planeta, y que han impactado en las agendas políticas, económicas y sociales a muy diferente escala.

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