Afganas e iraníes ven continuamente violados sus derechos y luchan, unas en silencio o desde el exilio, otras liderando una nueva revolución, por defender su dignidad como personas. Si hablamos de eliminar la violencia contra las mujeres, la situación de ellas en estos dos países no nos puede ser indiferente.
Irán, la revolución islámica
Las mujeres de Irán se han levantado contra un régimen que limita sus derechos y lo hacen en numerosas manifestaciones y protestas que se desencadenaron el pasado mes de septiembre cuando murió Mahsa Amini, la joven kurda de 22 años que falleció bajo la custodia de la conocida como “policía de la moral” de este país. El motivo de su detención: no llevar el velo correctamente.
Desde entonces, más de 13.000 personas han sido detenidas, muchas de ellas menores de edad enviadas a campos de reeducación, y se calcula que han muerto en la represión a esas manifestaciones más de 300 personas. Cada día se dictan nuevas sentencias de muerte en el país.
Pese a todo, el movimiento nacido tras estos acontecimientos, “Mujer, vida, libertad”, sigue luchando a diario liderado por mujeres, en su mayoría jóvenes. Fuera del país, muchas iraníes también protestan contra la represión que se vive en Irán y piden la marcha del régimen islamista que gobierna el país desde 1979. Esta batalla no es solo política, sino existencial. Las mujeres iraníes luchan por su existencia, su identidad y su dignidad tras permanecer ocultas bajo el burka durante los últimos 43 años.

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La premio Nobel de la Paz 2003, Shirin Ebadi, es una mujer iraní de 75 años que ejerció como jueza en su país hasta que la revolución islámica la desposeyó de su cargo, pero siguió, como abogada, defendiendo los derechos humanos de mujeres y niños. Estuvo encarcela por estas actividades y actualmente, por amenazas de muerte, vive exiliada en Londres.
“No es el Islam, sino la interpretación del mismo, la causa de la discriminación de la mujer en Irán y en el resto del mundo islámico. Se volvió atrás cuando esta República Islámica utilizó un sistema basado en interpretaciones de la sharía (la Ley Islámica) que se remontan al siglo VII. Y así, hoy en Irán, la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre (en el pago de seguros de accidente o muerte, por ejemplo). En un juicio, el testimonio de un hombre vale lo mismo que el de dos mujeres. Y se emiten sentencias de muerte contra niñas menores por haber tenido relaciones prematrimoniales. No llevar el velo supone para una mujer un castigo de 86 latigazos”, explica Ebadi.
Un dato relevante es que el 50% de los estudiantes universitarios son mujeres y también profesoras. “Tenemos un alto nivel educativo en Irán y es lógico que ellas quieran defender sus derechos y no puedan tolerar la discriminación que sufren desde la llegada de la revolución islámica. Desde entonces las leyes se han ido modificando y siempre perjudicando a las mujeres”, asegura la premio Nobel.

Manifestación por la muerte de Masha Amini
El pueblo iraní, pero especialmente las mujeres, están cansadas de esta opresión y de la falta de libertad y de derechos humanos que se prolonga ya durante 43 años. Irán es, desde 1979, con la caída del Sha de Persia, una República Islámica gobernada por líderes religiosos. El líder supremo, con todos los poderes, es el ayatolá Alí Jamenei, la máxima autoridad política, religiosa y militar, que gobierna desde 1989. Irán inició en 1980 una guerra con Irak que duró seis años.
Irán tiene una de las historias más dilatadas y prolijas del mundo. El imperio persa es origen de antiguas y poderosas civilizaciones, del complicado avance del islam y de algunos de los nombres más heroicos de la historia universal, como Ciro el Grande, Alejandro Magno o Gengis Kan.
Si quieres saber más:
Sobre la realidad iraní, vista desde la mirada de Shirin Ebadi, defensora de los derechos humanos, recomendamos ver el documental “Hasta que seamos libres”, basado en el libro del mismo título (Editorial Confluencias, 2017)
Afganistán y el yugo talibán
Afganistán, vecino de Irán, es un país al que solo se le da voz cuando aparecen sus desgracias. Guerras, invasiones, o como sucedió en 2021, cuando volvieron al poder los talibanes, ese grupo de afganos, mayoritariamente de la etnia pastún, refugiados en Pakistán durante la guerra, educados en escuelas coránicas y en madrasas, y que llevan al extremo su particular interpretación de la sharía, el código de conducta, los criterios de la moral y la vida, que promueve el Corán y que aplican, básicamente, a las mujeres.
Ellas, las mujeres y las niñas, son las protagonistas de la visión más dura de lo que puede llegar a ser para una persona la vida en este país: un infierno. Ejecuciones sumarias, públicas, palizas, matrimonios con menores, venta de niñas, falta total de libertades… Y pese a todo, ellas siguen luchando en silencio y soñando con un futuro mejor.
La historia de Afganistán nos deja datos terribles como los 40 años de conflictos armados y guerras. Desde 1979 contra los soviéticos, entre los propios muyahidines afganos, contra los talibanes, con las tropas internacionales contras el Estado Islámico, conflictos que han dejado 3 millones de heridos. Un país de 35 millones de habitantes donde existe una mina antipersona por cada dos afganos. Pero especialmente dolorosa es la situación de las mujeres, ya que 8 de cada 10 sufren violencia doméstica, donde el 60% son obligadas a casarse antes de los 18 y porque tiene uno de los mayores índices de suicidio femenino. El método más utilizado: quemarse. A nivel educativo, 3,5 millones de menores no tienen acceso a la escuela, el 85% niñas, por tanto, analfabetas.
Un comandante de la OTAN dijo un día que para estabilizar este país se necesitarían un millón de soldados y más de medio siglo.
Afganistán es, con 2,6 millones de personas refugiadas, el segundo país del mundo del que más gente huye, después de Siria. Una de estas historias es la de Khadia Amin, periodista afgana refugiada en Salamanca. Habló con nuestra compañera Julia Navarro en el podcast “Voces por una Causa”.
Huyó de su país con la entrada de los talibanes y tuvo que dejar su puesto como periodista y presentadora en la televisión pública del país. Fue casada a los 19 años y tuvo tres hijos con su marido, que la maltrataba, y del que se divorció. “Mi matrimonio lo decidió mi familia. No me preguntaron mi opinión. Durante 6 años viví para cocinar, darle hijos, y ocultarme bajo un burka. Yo pensé que esa era la vida normal de una mujer afgana, no sabía que tenía derechos. Luché por buscar una vida mejor, estudié y conseguí trabajar como periodista hasta que llegaron los talibanes”, explica Khadija. Pide, con cierto dolor, que no nos olvidemos de las mujeres afganas que siguen sufriendo en silencio. “La guerra de Ucrania, y también los conflictos en Irán, han desviado el foco informativo y ya nadie habla de las afganas”.
El miedo y el instinto de supervivencia de las afganas llega a límite increíbles, como lo demuestra la historia de otra mujer, Nadia Ghulam, nacida en Kabul en 1985. En pleno régimen talibán, salió adelante haciéndose pasar por un chico durante ¡10 años! y así trabajar para poder ayudar a su familia, algo que como mujer no podría haber hecho. Sobre esta tremenda historia se puede saber más leyendo su libro “El secreto de mi turbante” (Edición 62, 2010) o con “Cuentos que me curaron” (Ed. Columna, 2014), un recopilatorio de las historias que su madre le contaba en el hospital cuando fue herida en la guerra. También publicó en 2016 “La primera estrella de la noche” (Plaza & Janés), novela basada en hechos reales que muestras la vida de mujeres luchadoras afganas.
Si quieres saber más:
Recomendaciones literarias sobre la mujer en Afganistán:
- Khaled Hosseini, aclamado escritor afgano: “Mil soles espléndidos” (Ed. Salamandra)
- Antonio Pampliega, “Flores para Ariana” (Ed. Crossbooks, 2021)
Etiquetas:Afganistán, Género, Irán